En los proyectos de jardinería y paisajismo, a diferencia de otras disciplinas relacionadas con los procesos proyectuales y constructivos, el tiempo es un factor de importancia capital. Un proyecto de un espacio verde está a expensas de su evolución en el tiempo y este es un factor que no siempre se tiene en cuenta o no se gestiona adecuadamente.

La constante evolución del material vegetal da lugar a otra importante diferencia con los lugares construidos con materiales inertes, en estos el paso del tiempo genera en ellos un desgaste y la consiguiente devaluación. Mientras que en el caso de los parques y jardines, el paso del tiempo genera en ellos una lenta pero constante revalorización.

Pero para que este último hecho, tan favorable para los espacios verdes sea así, no se puede dejar de lado un factor muy importante, el mantenimiento.

 

Un proyecto de jardinería no está acabado ni al finalizar la fase de proyectual ni al acabar la obra. Al trabajar con elementos vivos, sobre los intervienen múltiples factores y que nunca son controlables ni predecibles al cien por cien, el resultado no siempre es el esperado.

Así, si después de construir un espacio verde, este se visita al cabo de un año o dos de la finalización de la obra, se verá que algunas de las cosas que se habían previsto no han funcionado como se esperaba, unas plantas no se han adaptado correctamente, otras es necesario substituirlas, algunas no han crecido lo suficiente para cumplir su cometido en el conjunto, etc. Pero otras veces, por las circunstancias, no es posible visitar el lugar pasado un cierto tiempo para comprobar como está evolucionando y poder tomar las decisiones necesarias para reconducir la situación. Por estas razones es necesario que al realizar un proyecto, ya sea para un pequeño jardín privado o para un gran parque público, pensar ya desde el principio del proceso, en como se va a mantener, con que recursos se puede contar para este fin y, si es posible, saber quien se encargará de llevar a cabo esta tarea, para poder contar con su opinión y su experiencia. 

Por ello el trabajo del profesional no se debe limitar a la prescripción de las especies que se tienen que plantar y la forma de hacerlo, sino que se deben tener en cuenta también otros criterios, a medio y largo plazo, sobre cómo gestionar la evolución en el tiempo de estas especies. Porque sino el proyecto queda incompleto y se pierde, por omisión, a medio plazo el control del propio proyecto, ya que al final será el jardinero el que decida, sin el conocimiento necesario sobre los criterios del proyecto, el que tome las decisiones que finalmente marcaran la evolución el del lugar. Decisiones que tomará, en el mejor de los casos, con profesionalidad, buen criterio y en base a los conocimientos que le ha aportado su experiencia; pero que es muy posible que disten de manera sustancial del espíritu original del proyecto.