“Cuando en 2009 se inauguró el primer segmento del High Line, el actual y famoso parque construido encima de un antiguo ferrocarril elevado en el lado Oeste de Manhattan, experimenté un momento de gran emoción. A menudo me había preguntado cuál sería la sensación al subir a ese caballete lleno de grafitis con su salvaje prado urbano. Por supuesto, yo había visto las imágenes del proyecto y sabía que no iba a encontrarme con una naturaleza asilvestrada. Aún así, la idea era tentadora: un parque público por encima del barullo, un espacio donde la naturaleza contemplativa suavizaría la aspereza de la ciudad.

Hoy en día es difícil recordar ese sentimiento inicial. El High Line se ha convertido en una pasarela ahogada por el turismo y un catalizador para algunas de las gentrificaciones más rápidas de la historia de la ciudad. (…) Pero el parque fue un éxito. Siluetas de modelos luciéndose arriba y abajo. Los compradores del distrito de las boutiques ocuparon el limitado número de bancos, rodeados de numerosas bolsas de ropa de lujo. Me sentí mal vestido.

No obstante, ese estado enrarecido no duró mucho. A medida que la fama del High Line fue creciendo, los turistas se volvieron más exigentes. Originalmente ideado para el funcionamiento de los trenes de carga, el High Line ahora conduce a la gente, excepto cuando aquellas personas se atascan como salmones en desove hacinados en un cuello de botella. El parque es estrecho y existen pocas rutas de escape. He llegado casi a un ataque de pánico, atrapado en un charco de turistas, estancados en uno de los puntos más congestionados del parque. Todavía no ha cumplido cuatro años de edad y el High Line se ha convertido en una parada más en la lista de visitas obligadas para los foráneos, un nuevo capítulo en la historia de la transformación de Nueva York en Disney World. Según el sitio web del parque, de las 3,7 millones de personas que visitaron el High Line en 2011, sólo la mitad eran neoyorquinos.   (…)

Pero el problema no es sólo la multitud. Es que el parque, que al final discurre a través de más de 20 manzanas, va destruyendo barrios a medida que crece. Y lo está haciendo con premeditación. Mientras que el parque comenzó como un esfuerzo de la masa social - aunque fuera adinerada - rápidamente se convirtió en una herramienta de la administración Bloomerg para la creación de un nuevo tramo corporativo de alto standing a lo largo del lado Oeste. A medida que la alta sociedad y los famosos defendieron el diseño del parque durante sus primeras etapas de planificación y con el apoyo comunitario convertido en una espuma embriagadora, se recalificó la zona de West Chelsea para su desarrollo del lujo en el año 2005.

El barrio ha sido totalmente rediseñado. Los viejos edificios cayeron y cordilleras de torres de vidrio con nombres como High Line 519 y HL 23 empezaron a crecer - junto con los precios. El año pasado, New York City Economic Development Corporation publicó un estudio afirmando que antes de que el High Line fuera remodelado, "en los alrededores, las propiedades residenciales se valoraron un 8 por ciento por debajo de la media general de Manhattan. Entre 2003 y 2011, el valor de la propiedad cerca del trazado del parque aumentó 103 por ciento.   (…)

En pocos años, el ecosistema afectado por el High Line se encuentra en un nuevo equilibrio. Las torres con aspecto de acuario serán para la élite, junto con algunos sitios exclusivos como el Standard Hotel. Pero los nuevos locales, rara vez se encontrarán a nivel de calle, donde las cadenas de tiendas y los restaurantes para turistas se ocuparán de satisfacer a la multitud de transeúntes y peatones. Los neoyorquinos han quedado totalmente atrás, la gente que solía llamar a este barrio su hogar. Es que el High Line nunca les perteneció de verdad.”

Extracto y traducción del texto original de Jeremiah Moss: “Disney World on the Hudson” publicado en The New York Times